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Siempre que me despido de mis estudiantes les digo que no pierdan la fe, la esperanza, ni las ilusiones. Se los digo, precisamente porque los estudiantes, particularmente los de la Universidad Francisco de Paula Santander de Ocaña, tienen la particularidad de haber renovado mi fe en que las cosas pueden cambiar; me dieron la esperanza de que este país tiene muchas oportunidades de salir adelante y despertaron en mí una ilusión inusitada de verlos dirigiendo esta nación con esas impresionantes ganas que tienen de salir adelante, con esa capacidad de sobreponerse a las adversidades y con esa sensibilidad social que tienen que los mueve en cada momento a poner por encima de sus propias carencias, las carencias de los demás.
Lo veo ahora más claramente desde la prudente distancia que he querido mantener desde que asumí otros retos profesionales. Cada uno de ellos, sin importar su condición social, su origen, su orientación política, sexual o religiosa, “le meten” ganas a la vida. Los veo con sus proyectos, gestionando recursos, gerenciando medios, haciendo encuestas, adelantando actividades sociales, acompañando a las comunidades, dirigiendo fundaciones para proteger a los animales abandonados, en fin, haciendo patria, como dirían por ahí.
Y es que, a pesar de la pandemia, el aislamiento, la virtualidad y el “desarraigo con la presencialidad” que ha supuesto toda esta situación para la que el mundo no estaba preparado, esta generación ha intentado salir adelante, con paciencia, prudencia, recursividad y con mucha creatividad. Se han adaptado, y lo han hecho bien, superando las adversidades, la profunda desigualdad social, la inequidad en el acceso a los servicios y tantas otras dificultades a las que se tienen que enfrentar.
Todo lo anterior no es para “darles coba” ni mucho menos, es para abrirle los ojos a quienes no ven el potencial que tienen las generaciones futuras de colombianos. En nuestro país lo que hay es talento humano, con ganas, con aspiraciones, con deseos de construir, de salir adelante (repito) y, de paso, sacar adelante al país.
Dicho esto, a manera de autocrítica, creo que en las universidades nos estamos quedando cortos con ellos. Algunos de nosotros, nos hemos quedado en un modelo paquidérmico que no quiere evolucionar con las necesidades del país, pero, sobre todo, con las necesidades que tienen los estudiantes. Nos conformamos con la fotocopia (ahora con el pdf); con la teoría trasnochada y la clase magistral; nos resistimos a enfrentarlos a la práctica y en el peor de los casos a enseñarles la realidad del ejercicio profesional en un mundo que les exigirá ser cada vez más pragmáticos, mas recursivos. No hemos querido entender que este mundo nos exige hacerlos competitivos y si bien, la teoría es importante, no podemos dejar de lado el adagio popular de que “la práctica hace al maestro”.
Debemos perder el miedo, así como nuestros estudiantes lo han hecho; arriesgarnos un poco más con ellos y dejarlos que todas esas ganas y energías se vean materializadas en echar a andar sus sueños; no les digamos que NO, y apoyemos sus iniciativas porque ese NO de hoy se convertirá en un signo negativo para siempre y generalmente en un reproductor de negatividad que impactará de la misma forma el futuro de la nación. Hay que acompañarlos en el camino, pero no ponerles talanqueras; propiciarles los espacios y facilitarles las herramientas para que hagan, para que construyan.
Así, como en algunos memes nos piden que normalicemos decir NO, yo hoy les pido que NORMALICEMOS DECIR SI; SI a los sueños, SI a las nuevas oportunidades y SI al futuro de Colombia, que está en nuestras manos y que muchas veces queremos trancar por nuestra terquedad y miedo al cambio.
MAGISTER CARLOS ADRIÁN SÁNCHEZ GARCÍA
COMUNICADOR SOCIAL
INVITADO POLSO
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