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Cuando aprendemos una lengua asimilamos con ella la experiencia y la cosmovisión de una comunidad. Es el vestigio de su historia y la evolución del pensamiento que por definición no es inerte y por tanto el lenguaje tampoco. No es un producto definitivo e inalterable sino un recurso dinámico mutando a través del tiempo por medio de interacciones que transforman los modelos de realidad. Surgen así nuevos términos, conceptos y palabras cuyo uso no depende de su normatividad sino del valor descriptivo. El neologismo whatsapear es un ejemplo. Es justamente a través de su uso donde encuentran camino al reconocimiento formal como el caso de friki, tuit, champú, airbag, estatus y demás anglicismos finalmente reconocidos por la RAE, que con solo 46 miembros, regula la lingüística de 600 millones de hispanoparlantes que no hablan más el español de Cervantes.
El objetivo del lenguaje inclusivo no es lograr reconocimiento de norma por parte de la RAE, sino usar el poder de la palabra para visibilizar grupos demográficos excluidos históricamente. No tiene nada que ver con la utilidad comunicativa pues nos seguiremos entendiendo con o sin él. Es más bien una postura política que a través del lenguaje reconoce dicha exclusión, propone una manera distinta de comprender la realidad, roles y la identidad de género cuya amplitud -más allá de dos- cuesta tanto concebir.
Requiere de un esfuerzo que no todos están dispuestos a hacer pues significa cambiar la automatización por una búsqueda consciente y creativa de expresión que genera resistencia pues se opone a la tendencia instintiva hacia la economía del lenguaje. Por esta razón debe ser voluntario y dependerá del grado de identificación, conciencia y empatía con los grupos que busca reivindicar así como el impacto que cada uno atribuye al lenguaje como precursor de cambio en la cognición social. Nos esforzamos por algo cuando encontramos sentido a diferencia de la imposición que genera rechazo.
No usar el lenguaje inclusivo tampoco es por antonomasia una falta de empatía. Puede deberse a desconocimiento, a que no se considera el aporte lingüístico como significativo para la causa con la que se simpatiza. Puede ser que el propósito y tipo de comunicación exija cierta estructura y formalidad a diferencia de entornos descontracturados que permiten salvedades. Hay un sinfín de razones. Sin embargo, desde lo institucional, la necesidad de su uso va en concordancia con la vocación de lo público.
Entre los desafíos de este lenguaje está la distorsión constante que alimenta memes y caricaturizaciones debido a la confusión entre género gramatical, género sociocultural y sexo biológico. También el rechazo por asociación de quienes buscan en él reconocimiento social de su identidad y las comparaciones peyorativas de que son objeto debido a prejuicios muy arraigados y poco reconocidos. Se pone el ojo en las manifestaciones de frustración de quien se siente incomprendido pero no se cuestiona el alto nivel de hostilidad y descalificación de quien no puede comprender.
Es probable que tarde o temprano el lenguaje dará cabida a otras identidades de género a razón del uso mejor aceptado por generaciones más empáticas y menos identificadas con el paradigma actual. Un cambio lingüístico que hoy se interpreta como una deformación del lenguaje inconcebible, pues la férrea defensa de la corrección gramatical no deja ver el verdadero trasfondo de un asunto tan sensible como la identidad. La posibilidad de acercarnos -una de las grandes bondades del lenguaje - empieza con el reconocimiento.
Tenemos derecho a negarnos a esta forma de comunicarnos en defensa de dicha corrección, e igualmente poseemos la capacidad empática que nos permite ciertas licencias en beneficio de un colectivo o persona para la cual nuestro reconocimiento a su identidad es importante. Solo con la soberbia de la ignorancia sobre los profundos alcances de este tema, se puede pretender calificar la validez de una necesidad como esta. Ante las alternativas de corrección o empatía, queda a cada uien decidir qué vale la pena priorizar.
MARTHA A. DEL RIEGO RUIZ
PERIODISTA - COMUNICADORA SOCIAL
DOCENTE UNIVERSITARIA DE MÉXICO
INVITADA POLSO
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